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Homilía de nuestro obispo Mons. Marcelo Martorell

XIII Domingo durante el año (b)

“Perdóname Señor, y líbrame de mis pecados para que no me vaya con ellos”

San Agustín.- En. in Sal.-


La liturgia de este domingo nos lleva a contemplar la temática vida-muerte.-

Dios, el Señor, el que vive y el que es, no puede ser sino el Señor de la vida. El libro de la Sabiduría nos dice “no fue Dios, el que hizo la muerte ni se recrea en la destrucción de los vivientes”. Quien creo al hombre a su imagen y semejanza no podía destinarlo a la muerte. La Escritura afirma “Dios creo al hombre incorruptible, le hizo imagen de su misma naturaleza. (Ib2,23). ¿De donde procede pues la triste realidad de la muerte a la que nadie puede escapar?

La misma Escritura desde sus primeras páginas (Gen.3,19) la presenta como el castigo por el pecado; y el fragmento de hoy en el libro de la Sabiduría, aludiendo a esa idea precisa: “por envidia del diablo entró la muerte al mundo” (Sab.2,24). El Maligno incitando al hombre a pecar, lo arrastró a la muerte total física y espiritual, es decir – separación eterna de Dios-, y mientras la muerte corporal aunque siga siendo consecuencia del pecado, es para el “justo” paso, tránsito, para la vida eterna. La del impío en cambio coincide con la perdición eterna..-

La Justicia es inmortal, dice el libro de la Sabiduría (1,15); es decir que los que viven según la “virtud” o el “amor de Dios”, tienen asegurada la inmortalidad.- en cambio los impíos, los que viven según el pecado “llaman a la muerte” (Ib.16) muerte eterna, eterna separación de Dios y del amor pleno del mismo, fuente de vida y de paz.-

Cristo al redimir al hombre le ha devuelto su destino de “vida eterna”, lo redimió del pecado y de la muerte, le da vida y vida eterna…Y quiere mostrarlo en el evangelio “dando vida a los que están muertos”, hoy el pasaje de la hija de Jairo (Mc.5,21-43), y para mostrar la diferencia con la muerte eterna, no dice Jesús que está muerta, sino que duerme, lo mismo pasa con Lázaro, y nos quiere enseñar, que para él lo mismo es “despertar a uno que duerme” que “resucitarle al final” o despertarle al final.-

La resurrección obrada por Jesús esboza una realidad muy superior que tendrá lugar al fin de los tiempos, para todos los hombres: la resurrección de los cuerpos.-

Los que Jesús resucitó durante su vida terrena, morirán de nuevo, a su tiempo, ellos resucitaran para siempre a la vida inmortal. Los que han vivido en el amor de Dios ciertamente, por justicia, para la eternidad del amor, y los que han rechazado en su liberad a Dios para la perdición y la muerte eterna.-(Mt.31,30) En esto fundamos nuestra esperanza los cristianos, para nosotros y para todos nuestros seres queridos, la fe en Cristo Señor Justo y Leal…”esperamos la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro” , rezamos cada domingo en el Credo de la Misa.-

En esta fe debemos afianzar nuestra mirada en la muerte propia y ajena, no como simple encrucijada de dolor, sino como un “transito al encuentro definitivo con el Señor”.-

¿Y que nos hará ganar esta vida? San Pablo, hoy nos enseña que la caridad que alivia la vida del hermano, perdona nuestros pecados y el alivio sobre los que sufren la pobreza es una puerta abierta a la remisión de los propios pecados y males morales…La caridad, la benevolencia , la generosidad para con los pobres, obtiene de Dios el perdón de los pecados y nos abre camino para la vida eterna.-

María, Madre del amor infinito nos anime a amar siempre, para ganar la vida eterna.-


+ Mons. Marcelo Raúl Martorell

Obispo de Puerto Iguazú

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