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Mensaje del obispo para la Solemnidad de Santa María del Iguazu

Querido Hermanos en Cristo adjunto les envío el mensaje de nuestro obispo con ocasión de la celebración de la XXXI peregrinación a Santa María del Iguazu, bajo el lema "Con María Digamos Si, Si a la Vida". La caminata se va realizar el próximo domingo 19, el punto de partida es la parroquia Sagrado Corazón de Jesús de la localidad de Puerto Libertad a las 05:00 hs., y la misa Central se va realizar a las 15:00 en el Santuario ubicado en el ingreso a Puerto Iguazu frente al "GuiraOga". 

Aprovecho la ocasión para saludarles en Cristo. 


Pbro. Rolando rodrigo Baragañolo

Secretario Canciller

Obispado de Puerto Iguazu

SOLEMNIDAD SANTA MARÍA DEL IGUAZÚ


16 de Agosto de 2018


Queridos hermanos, la celebración de la fiesta de Nuestra Madre nos llena el corazón con la alegría de saber que al celebrar a María celebramos también al Autor de nuestra Redención, Jesucristo el Señor. Alabemos a Dios por que El obró maravillas entre nosotros, especialmente en la venida del Salvador. Pues como dice el Cántico de la Virgen, Dios obró maravillas también entre los más pequeños y los más pobres que son los que reconocen al Señor de la Vida y derribó del trono a los que se creen poderosos, despidiendo sin nada a los soberbios y dejándolos con las manos vacías. En los que le aman Dios obró maravillas, llenó sus corazones de gozo y sus maravillas fueron contempladas por todo el mundo y a lo largo de toda la historia. El cántico de María, el Magnificat, alaba a Dios y nos recuerda también su justicia: sus almas quedarán saciadas; pues los que aman y temen a Dios verán a Dios. Nosotros queremos ver a Dios, a ese Dios que llevamos en nuestros corazones y al cual rendimos culto.

El cántico de la Virgen debe ser bien leído para encontrar su recto sentido. Jesús con su nacimiento nos hizo vivir un cambio radical, tanto que dividió nuestra historia en un antes y un después. Y lo hizo desde la vivencia cotidiana, sin dejar de ser Jesús el carpintero, hijo de María y de José, desde el trabajo cotidiano, desde los sufrimientos y las vicisitudes de la vida permitidas por la providencia divina. No hubo revolución social ni violencia para tan grande cambio. Entonces nos preguntamos ¿dónde y cómo ocurrió ese cambio radical? Pues los reyes siguieron en sus tronos, los ricos continuaron con sus riquezas y los pobres con su pobreza.

¿Cómo aconteció tan grande cambio? Ocurrió desde la vivencia de la fe, el amor y la esperanza que fue capaz de colmar de gozo a los pequeños y humildes de corazón. El cambio ocurrió en esos corazones que percibían el "amor de Dios", que sentían que "Alguien" los amaba sin reservas y que llevó a tantos en la historia a decir: "sólo Dios basta". Cuando el amor de Dios prende en los corazones y aparece el horizonte de la caridad que nos hace hermanos sin reservas; cuando se planta en los corazones el gran mandato del Evangelio que nos hace repartir nuestros bienes como la imagen perfecta de la Eucaristía, allí comienza a aparecer un mundo más justo y bueno, donde prima la imagen del hombre como centro y no el dinero. Aparece el deseo y el trabajo cotidiano por un mundo más justo y humano, lleno del amor y el perdón de Dios. No siempre se acepta el mensaje y la vida de Jesucristo, porque nos obliga al amor sin límites, a la participación de nuestros bienes, al trabajo por el bien común, a curar nuestra alma de las enfermedades del mundo, a sacar nuestro corazón de la noche oscura y llevarlo a la luz del día.

Nos toca decir una palabra en este día sobre la familia. Y la palabra más elocuente es que Dios quiso para su Hijo una familia, la familia de Nazaret. Ella debe ser ejemplo para nuestras familias, modelo y espejo para su construcción y para sus vivencias personales y personalizantes. Padres: procuren que sus hijos no cambien la luz de la vida por la noche oscura de las drogas, del sexo, de las diversiones sin límites. Guíenlos para que conozcan -desde la fe y el amor a Dios- el sentido del esfuerzo, la grandeza del trabajo y la pureza del amor. Enséñenles a resistir las fascinaciones del mundo, que aprendan a conocer el Evangelio y que no tengan miedo a sus exigencias, que se sientan atraídos por la figura de Jesús, imagen del perfecto ser humano. Enséñenles que no tengan miedo en recibir a Cristo en sus vidas porque Él no quita nada sino que por el contrario lo da todo. Cuidemos nuestros niños y jóvenes y tendremos una Iglesia más santa y un mundo mejor.

Hermanos, decidámonos a ir detrás de los valores del Evangelio, dejemos de creer en las ilusiones de la concepción materialista que pretende reducirnos a meros instrumentos de la economía, ya podemos observar cómo este modo de pensar nos va autodestruyendo. Creamos más en Dios, perseveremos en la fe, en el amor a Jesucristo y sigamos el ejemplo de fidelidad de María, expresión fiel y auténtica del cristianismo y veremos el amanecer de una sociedad más humana, más digna del ser humano.

Que la Virgen Madre del Iguazú nos ayude en la búsqueda de los auténticos valores de la vida cristiana, auxilie nuestras familias, las proteja en el amor y nos ayude a conseguir el pan cotidiano.-


Mons. Marcelo Raúl Martorell

Obispo de Puerto Iguazú

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