“A ti Señor, liberador del pecado y de la muerte gloria y honor por todos los siglos”(Ap 1,56)
Hoy la Iglesia Universal celebra la festividad de Cristo Rey, y en esta solemnidad se
pone fin al año litúrgico. Celebramos la culminación de los misterios del Señor que
hemos conmemorado durante el año. Su “nacimiento”, su acción penitencial por la
humanidad que llamamos “cuaresma”, el triduo salvador de la humanidad o lo que los
católicos llamamos “La Semana Santa” y finalmente, como el vértice en donde se
encuentra la figura del Salvador del mundo y Señor de todas las cosas. El Profeta
Daniel (7,13), nos dice que vendrá “sobre las nubes del cielo”, esto indica siempre el
retorno glorioso de Cristo al final de todos los tiempos, cuando venga a juzgar a vivos
y muertos. Dios, lo ha constituido Señor de toda la creación confiriéndole todo poder
sobre el cielo y la tierra, hasta el final de los tiempos (Ib 13).
Es necesario comprender cómo esta profecía es corroborada por el libro del
Apocalipsis (1,5-8) cuando dice “Yo soy el Alfa y la Omega, el que es, el que era, y el
que vendrá, el todopoderoso”. Todo será juzgado por Él, ya que ha sido siempre el
principio de toda la creación. El Verbo Encarnado es el que viene a salvar a los
hombres del pecado y de la muerte eterna y constituido Señor de la vida, es quien al
final vendrá a juzgar la vida. “Mirad él viene en las nubes, y todo ojo lo verá; también
los que lo atravesaron, y todos los pueblos de la tierra se lamentarán por su causa”, se
verá al Cristo glorioso y se contemplará su crucifixión, así recordará la humanidad
entera, “el amor con que nos amó” (Ib. 5). Convertidos los seres de la tierra en
súbditos de un reino de amor, en coherederos de su gloria, en hermanos partícipes de
su realeza y de su señorío sobre todas las cosas, gozaremos entonces para siempre
de la eternidad de ese amor y de ese señorío.
El evangelista San Juan une el tema de la realeza de Cristo a su pasión en la previa
conversación con Pilato. Jesús -quien siempre se alejó del tema de la realeza y huyó
de quienes le querían hacer rey- en esta conversación no elude el tema: “Tú lo dices,
Yo soy Rey” (Ib. 37), aunque antes había declarado “mi reino no es de este mundo”
(Ib. 36). Debemos considerar siempre que la realeza de Cristo no está vinculada a la
de este mundo, ni a la función política, ni al dominio temporal, sino que está en
relación a un señorío espiritual que consiste en anunciar la salvación y llevar a los
hombres al conocimiento y el amor de la Verdad suprema, liberándolos de las tinieblas
del error, del pecado y de la muerte. “Para esto he venido al mundo, para ser testigo
de la verdad” (Ib. 37).
Llama profundamente la atención, cómo en San Juan, el evangelista teólogo, el tema
de la realeza del Señor está constantemente relacionado con el de la Cruz. La Cruz
será el trono real de Cristo: desde la cruz con sus brazos extendidos, abraza a todos
los hombres, los libra, los protege, los asume y los gobierna con su amor. Así, y
solamente así, reina el Señor sobre nosotros, que somos atraídos y vencidos por su
amor salvador. Así la humanidad liberada del pecado sirve a la majestad de Dios y la
glorifica hasta el final y lo proclamamos en el Credo “Tu reino, Señor, no tendrá fin”.
Que María, Reina de los Cielos, nos ayude a comprender la verdadera realeza del
Señor.
+ Marcelo Raúl Martorell
Obispo de Pto. Iguazú
Comments